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miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL CUERPO PENSANTE

El pensamiento, a nivel primordial, es un impulso de energía e información, y viene del ámbito de la consciencia pura. El pensamiento es ese impulso sutil que experimentamos continuamente en nuestra consciencia, motivándonos a beber un vaso de agua o a andar de aquí a allí. Pero no es sólo un pensamiento; es un sentimiento, un deseo, un instinto, un ímpetu, un concepto, una idea. En este nivel de la existencia, cuando pensamos hacemos moléculas, y la investigación científica ha demostrado lo cierto que es esto.

Cuando tenemos un pensamiento o un sentimiento, nuestro cerebro hace un conjunto de productos químicos conocido como neuropéptido: neuro, porque primero se encontraron en el cerebro; péptido, porque son moléculas similares a las proteínas. Así es como las células del cerebro se hablan las unas a las otras: no es tu lenguaje sino el lenguaje de los mensajeros químicos en la superficie de las células del cerebro. Cuando una célula del cerebro quiere hablarle a otra, elabora neuropéptidos que se engarzan a los puntos receptores de otras células del cerebro. De manera que pensar es practicar química cerebral.

Pero cuando los científicos miran las demás partes del cuerpo encuentran receptores de estos mensajeros químicos que son el equivalente del pensamiento en otras partes del cuerpo. Estos receptores no están solo en las células del cerebro, sino en las células del estómago, en las células del corazón, en las células del colón y así sucesivamente en todas las partes del cuerpo. Las células del estómago, las del corazón y otras células generan los mismos productos químicos que elabora el cerebro cuando piensa. De manera que tenemos un cuerpo pensante.

No podemos aprisionar la mente en el cerebro; la mente está en cada una de las células del cuerpo. Cuando decimos “Tengo el corazón triste”, o “Estoy que reviento de alegría”, estamos diciendo la verdad, porque eso es lo que está sucediendo a nivel químico, el nivel más fundamental, en una célula. O cuando decimos “Tengo una sensación visceral acerca de algo”, no estamos hablando metafóricamente, porque nuestras vísceras elaboran los mismos productos químicos que crea nuestro cerebro cuando piensa. De hecho, puede que nuestra sensación visceral sea más exacta que nuestro intelecto, porque probablemente las células de las vísceras todavía no han evolucionado hasta el nivel de las dudas en sí mismas.

Cuando nos sentimos nerviosos nuestro cuerpo está haciendo células nerviosas, y no solo las hace en las gandulas suprarrenales, las hace en todo el cuerpo. Cuando nos sentimos jubilosos, nuestro cuerpo está haciendo inmunomoduladores que actúan como poderosas medicinas contra el cáncer. El sistema inmunológico es un sistema nervioso circulante; es inteligente, y se mueve de un lado a otro del cuerpo. De modo que no podemos tener un pensamiento, un sentimiento, o un deseo, sin que nuestras células inmunológicas lo sepan.

Puede que esto te suene muy esotérico, pero es un hecho científico. Tienes un sistema inmunológico pensante que sabe discriminar entre una bacteria enemiga y una bacteria amiga, entre un producto químico cancerígeno y uno inofensivo. Cuando tu cuerpo encuentra una bacteria, aunque nunca antes haya encontrado esa bacteria, recuerda la primera vez que un ser humano encontró esa bacteria en las historia evolutiva de la especie y elabora el anticuerpo preciso para esa bacteria.

Pero ¿A qué viene todo esto?

Si realmente comprendieras quién eres, entonces ¿Qué parte de la consciencia pura sería inasequible? Conocerías tu propio ser como el observador y lo observado, el bailarín y el baile, el deseo y su cumplimiento. Sabrías que eres un ámbito de potencialidad pura con el poder de la creación.

Un dicho de la India: “Volviendo al interior de mi mismo, creo una y otra vez. Creo la mente, creo el cuerpo, creo percepciones, creo el universo. Creo todas esas cosas que llamo realidad.”

Una vez que sabes que tu cuerpo-mente es un ámbito de consciencia pura ya no te aferras a lo efímero e irreal. Ni tampoco te acobardas ante ello. Te sientes libre como una hoja al viento, tan libre como el viento mismo.

Chopra, D. “Poder, Libertad y Gracia”